Los mayas y su relación con la naturaleza. Parte 2
Los mayas y su relación con la naturaleza
Los pueblos mayas contemporáneos son herederos de una milenaria
tradición de observación de la naturaleza. Cuentan con una enorme riqueza de
conocimientos sobre su mundo y entorno, que se manifiestan de maneras diversas
en la vida cotidiana, las prácticas rituales, los discursos, las narrativas,
las formas artísticas y la tradición oral en general.
Si nos
permitimos dar un salto en el tiempo podemos apoyarnos en Tsubasa Okoshi
(2006), quien analiza los términos lu'umy k'áax y
su relación con la transformación de los espacios mayas de la península de
Yucatán en el siglo XVI. El autor explica que durante dicho periodo el
término lu'um refería no sólo al espacio y los elementos del
paisaje, sino también a las instituciones sociales, políticas y religiosas que
rigen a una comunidad. Pienso que es un concepto que guarda ciertas semejanzas
con la noción de territorio que proponen los movimientos de
derechos indígenas contemporáneos, noción que está íntimamente asociada a la
identidad de una comunidad, a sus relaciones políticias y sociales internas y
con el exterior. K'áax, por su parte, refería al monte.
Con este
término, los españoles denominaban una tierra inculta, no trabajada e incluso
hostil. Pero desde la mirada indígena, k'áax tampoco parecía
referirse a una oposición entre naturaleza y cultura. K'áax es
el monte, pero está asociado a alguien que lo aprovecha para su subsistencia.
"Los mayas siempre hablan de los montes en relación con la gente que los
ocupa" (Okoshi, 2006., Pp. 92). Es un espacio natural, pero también un
espacio de trabajo, de sustento para la vida cotidiana. Es un espacio vivo,
pues aj kimsaj k'áax, el milpero o labrador, es, literalmente,
"el que mata al monte". Así, tanto en k'áax como
en lu'um, la cultura está imbuida. El espacio no es natural o
cultural, sino que es natural y cultural, por tal razón el que mata al monte tiene que pedirle permiso al dueño del monte para hacerlo.
Los rituales de lluvia que se practican en
algunas regiones, donde se arrastra un "palo" que se
"planta" en el centro del pueblo, son otra muestra de las distintas
relaciones que se tejen entre la naturaleza y la cultura mayas. También en las
fiestas patronales ocurre algo semejante, pues en muchos pueblos de la
península es común plantar un ceibo en el centro del ruedo para inaugurar la
plaza y realizar corridas de toros. La plaza se convierte en un espacio en el
que se entrecruzan lo animal y lo humano, lo doméstico y lo salvaje, el monte y
el pueblo, la naturaleza y la cultura, sugiriendo intercambios fluidos entre
estas esferas, en lugar de ser vistos como dominios excluyentes e impermeables.
Las ceibas como eje o centro del pueblo, símbolo de comunidad y de centro
político también sugieren otro tipo de vínculos entre sociedad, naturaleza y
espacio.
Vemos
que frente a las rígidas fronteras conceptuales planteadas desde el mundo occidental,
el pensamiento maya sugiere disoluciones. El espacio no sólo es simultáneamente
natural y cultural, sino que parece ser también "sobrenatural": es un
"mundo otro", pues es hogar y sitio de acción de múltiples
seres no ordinarios. Desde el análisis de la construcción social de los
espacios, Alain Breton et al., nos recuerdan esta multitud de seres
que pueblan el universo maya
El
paisaje socializado de los mayas está poblado por entidades sobrenaturales que
hay que tomar en cuenta porque también intervienen en la construcción mental de
los espacios: elementos atmosféricos (vientos, tormentas, arco iris,
lluvias...), cuerpos celestes, espíritus y divinidades (almas, compañeros,
antepasados, santos, señores del mundo y de los animales, duendes, espantos,
etcétera) (Breton et al., 1993., Pp. 11).
Hombre de piedra y madera
Un paralelismo recurrente en el Ritual de los Bacabes (1987., Pp.
298–299, 318, 323 y 327) es winikil
te winikil tun, "cuerpo de madera, cuerpo de piedra" o
"árbol humano, piedra humana" (Morales, 2007). Se alude en todos los
casos al cuerpo del enfermo, a quien se identifica con un par de opuestas y
complementarias formas de la naturaleza.
En el Libro
de Chilam Balam de Chumayel (1985., Pp. 119–120) se lee: "Con
ellos fue creado el Mes (Uinal), cuando despertó la tierra y cuando fueron
creados el cielo y la tierra, y los árboles y las piedras". Se entiende
que se habla del instante en que comenzó el ciclo del tiempo y por tanto
comenzó a existir el cosmos; tal mundo, el de la naturaleza, se describe
precisamente compuesto de cielo–tierra y de árbol–piedra. Asimismo, se dice
que: "salen de dentro de la tierra piedras y de dentro de la tierra árboles
y se vuelven hombres para fundar pueblos" La esclavitud del hombre
implica la esclavitud de su territorio. Hombre y naturaleza no se conciben
independientes entre sí.
Hombre de maíz
Para los autores del Popol Vuh la
existencia humana es paralela a la de las rocas, plantas y animales, de manera
que el hombre comparte el cosmos. Esta es una perspectiva propia del
pensamiento maya que tiene matices diferentes a la judeo–cristiana en la que el
hombre se constituye como señor de todo lo creado por encima de
la naturaleza; en cambio, en el Popol Vuh el hombre es creado
para mantener al universo pero como un servidor de los dioses, servicio que lo
constituye en el centro de la existencia cósmica.De la Garza (197., Pp. 130) hace notar que cuando se crea
el mundo los dioses tienen el propósito preestablecido de que en él habite el
hombre y crean al hombre con la finalidad de que éste les sirva de sustento. De
esta manera, el hombre viene a ser "... el factor determinante del proceso
entero de gestación del cosmos". El hombre contribuye en la manutención
del cosmos y el cosmos permite la existencia del hombre, en otras palabras
hombre y naturaleza son necesarios uno al otro y no pueden concebirse como
separados.
Aprovechamiento de la naturaleza
Los campesinos mayas conocían su medio ambiente y tomaron
de él lo necesario para la construcción de su cultura. El Memorial de
Sololá (1980., Pp. 137) afirma que los hombres vivieron de la savia de
las plantas, se vistieron de cortezas de árboles y de hojas de maguey, hasta
que comenzaron a sembrar su maíz, "derribamos los árboles, los quemamos y
depositamos la semilla. Así conseguimos un poco de alimento".
Las huertas familiares de Yucatán son policultivos
donde los árboles frutales más altos protegen a los más bajos. El ramón, del
que se utilizarán las semillas como complemento alimenticio y las ramas como
forraje, se encuentra en primer lugar; bajo su sombra se siembra chicozapote,
mamey, aguacate, papayo, plátano, mango y cítricos; las piñas estarán al nivel
del suelo. De esta manera, se adecuan las condiciones del terreno y no ponen en
riesgo el medio ambiente, por el contrario lo regeneran y conservan.
En la actualidad uno de los factores que contribuyen a
acelerar la deforestación de las zonas selváticas es el sistema de roza;esto se debe a las exigencias del crédito agrícola y la
necesidad de mantener a un mayor número de personas, lo cual ha llevado a la
tala inmoderada.
Hernández (1981., Pp. 47) señala que la práctica agrícola
tradicional se realizaba con un conocimiento estricto de las necesidades de
regeneración del medio natural; por ejemplo, se cortaban los arbustos dejando
tocones para permitir la rápida reconstrucción de la selva después de uno a
tres años de cultivo; la tumba era diferencial, es decir, se dejaban sin talar
especies arbóreas que pudiesen ser de utilidad para el hombre como el
chicozapote y la palma de guano. En síntesis, el sistema roza–tumba–quema
desplazaba la vegetación a la vez que contribuía a conformar la comunidad
selvática pero las bases ecológicas de éstas prácticas se han ido perdiendo
durante el siglo XX (Zizumbo y Sima, 1988., Pp. 96).
Podemos
concluir que la naturaleza se estructura como un todo, posee un orden dentro
del cual el hombre es el centro; la íntima relación del hombre con su medio se
asume como un deber religioso. La población humana coexiste con la población
vegetal, animal, mineral y meteórica en un intercambio biológico que se concibe
como una dependencia mutua, expresada en términos de mitos y rituales
específicos. De acuerdo con la manera en que los propios mayas perciben la
realidad, la naturaleza del hombre, el carácter fundamental de su ser, es la
del cosmos; así como el territorio, la realidad física que habita, es un todo
humanizado y ambos, hombre y cosmos, son sagrados. (Morales, 2010.)
• Bretron, A., Et al., (2003). Espacios mayas. Usos, representaciones y creencias. México: UNAM-CEMCA.
• De la Garza, M., Recinos, A., (1978) Memorial de Sololá. Anales de los Cakchiqueles. 1978. Literatura maya, Barcelona, Editorial Galaxis, pp. 101–216.
• Hernández X., Efraín. (1981). "Prácticas agrícolas", en Varguez Pasos, La milpa entre los mayas de Yucatán, Luis, (Comp.), Mérida, Universidad de Yucatán, pp. 45–73.
• Libro de Chilam Balam de Chumayel., (1985). Traducción de Antonio Mediz Bolio, Prólogo, introducción y notas Mercedes de la Garza, México, Secretaría de Educación Pública.
• Morales, M., (2010). Territorio sagrado: cuerpo humano y naturaleza en el pensamiento maya. Cuicuilco vol.17 no.48 México
• Morales, M., (2010). Territorio sagrado: cuerpo humano y naturaleza en el pensamiento maya. Cuicuilco vol.17 no.48 México
• Okoshi, T. (2006). Nuevas perspectivas sobre la geografía política de los mayas. Coedición del Centro de Estudios Mayas. Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM, Foundation for the Advancement of Mesoamerican Studies, Inc. y Universidad Autónoma de Campeche. Mexico.
• Ritual de los Bacabes., (1987). Traducción y notas de Ramón Arrápalo Marín. México, UNAM.
• Zizumbo, D., Sima, P. (1988). "Las prácticas de roza–tumba–quema en la agricultura maya yucateca y su papel en la regeneración de la selva", en Rodolfo Uribe Iniesta, (Comp.) Medio ambiente y comunidades indígenas del sureste. Prácticas tradicionales de producción, rituales y manejo de recursos, Villahermosa, Comisión Nacional de los Estados Unidos Mexicanos para la UNESCO, Gobierno de Tabasco, pp. 84–104.
Los mayas y su relación con la naturaleza:
ResponderEliminarLos pueblos mayas cuentan con una una conexión enorme y conocimientos de su alrededor y el mundo que los rodee, junto con ello la naturaleza.
El espacio natural y cultural de los pueblos indígena es bien distribuido para su subsistencia, según su cultura practican diversos rituales religiosos para pedirle permiso a la naturaleza de poder ocupar de ella y así poder uso de los recursos que esta le puede brindar.
Dependiendo los pueblos realizan rituales como el de la lluvia, el del fuego, cuando se casaban.